Día 0 Supongo, que me he dejado dos kilos de coraje, manchados de humo y sal, encima del mantel, pegadito al cenicero y he estado algo ausente estos días. Por ahí podríamos justificar mis buenas maneras de limpiar la casa ya que, la sinceridad, deja un gotelé terrible por las paredes y, el mantel, parece que habla con el resto de utensilios de la casa, y, estos a la vez con la casa, rechinando maderas, haciendo notar su presencia en tan ardua confesión, impactada, como tú. ¡Y tú, que sobredosis de mí!. He vuelto a la etapa de autoconocimiento de golpe, delante de ti. Dentro de mí, apuñalando el manual de cordura; hay cosas que no contaba con dejar puestas en el mantel y, por eso, pasada una hora todavía no me he movido la silla, racaneando un cigarro detrás de otro, buscando algo de paz y reverberando mis palabras en mi cabeza. Fumar parece un alivio por la capacidad de reducir el estrés que tiene pero, en realidad, cada cigarro únicamente te prepara para el otro, justo el objetivo de